El amor incondicional
Este relato es algo diferente a los demás, siempre escribo sobre terceras personas, sobre esas conversaciones que hemos mantenido, pero el otro día una lectora me dijo que porqué no probaba a escribir en primera persona, narrando algo que me sucediese a mí, para los que habéis leído relatos míos sabréis cuales son mis líneas de escritura… pero lo tengo que reconocer me ha gustado el reto que me han propuesto, así que espero que os guste.
Siempre estoy rodeada de historias negras, envueltas de nostalgia y abrazadas por lágrimas. Me tiro horas enfrente del ordenador leyendo mil historias que me hagan introducirme en ese mundo propio que se crea con los relatos, la mayoría son oscuras, la mayoría hablan de desamor, rupturas, idas y venidas, pero nunca encuentro una historia donde se hable del momento más feliz que una persona ha podido tener en su vida, quizá sea que llega la navidad y mis emociones se convierten en pura gratitud, pero esta vez ésta entrada va dirigida a una persona que ha conseguido que nuestra historia sea digna de leer.
En esa cafetería de la que tanto hablo, en ese salón de reuniones, entre el humo de los cigarros, con nuestro té helado, rodeada de esas conversaciones tan emocionantes, cuando llegaba mi turno o incluso ahora, cuando mantengo una conversación con alguien que no sabe mi historia, siempre, siempre recibía y recibo el mismo comentario -¿Pero como lo consigues? Yo no podría, tiene que haber algún secreto para lograrlo.
Siempre se sorprenden, algunos hasta abren la boca porque se creen que eso hoy en día ya no ocurre, que era imposible que sucediese, otros me miran como si estuviese loca, otros dan por hecho cosas (que aunque no las digan en voz alta, uno sabe de sobra a que se refieren) y tu contestación es una sonrisa tímida que se deja ver entrecortada pero con unas ganas tremendas de dejar que se luzca y no parecer una loca (como ellos creen) bueno pues yo soy uno de esos casos como otros tantos que hay en esta vida.
Algunos días son largos, algunas semanas se me hacen eternas, siempre tengo que entretenerme, adoro estar hasta arriba de trabajo, vacío mis emociones en ellos y consigo grandes resultados, pero eso sí he aprendido a aprovechar cada sentimiento y cada minuto.
Cuando llega un día negro, de esos que nada más levantarte sabes que no va a ser bueno, sé que va a ser una verdadera locura, pero cuando llega la gran semana es un ir y venir de nervios, mis ansias hacen que madrugue, que me levante acompañada de una gran sonrisa, es hora de hacer la maleta, mi maleta.
Voy al armario, cojo ropa, la dejo sobre la cama, vuelvo otra vez al armario cambio una camiseta por otra, unos zapatos por unas zapatillas, unas zapatillas por unos zapatos, un vestido por una falda, un pantalón por otro, todo el día cambiando la ropa, porque nunca sé cuál es la más adecuada, me miro en el espejo y mis queridas ojeras de no dormir por los nervios se disimulan con mi ilusión.
Llega la hora de irme, 15 minutos de espera, 30 minutos de tren, la estación de Atocha a rebosar de gente, ansiosa miro si mi tren ya tiene vía, aun me toca esperar una hora, salgo a fumarme un cigarro vuelvo casi sin aliento por si está ese numerito puesto, aun no… entro en la estación, me siento, espero, subo la mirada y ahí esta, voy a mi vagón y me acomodo, tras dos horas llego a mi destino, nuestro destino.
Y todos esos días, horas y minutos de espera tienen su recompensa cuando le veo junto a su coche y me sonríe, nos miramos tímidamente, y es ahí donde comienzan los mejores días, donde forjamos nuestros sentimientos,por fin!
Pero como siempre ocurre, el tiempo vuela cuando estas con quien quieres, cuando disfrutas de cada segundo, cuando no paras de reír como una idiota, y cuando te quieres dar cuenta, vuelves a estar con tu maleta, abrazando a la persona con la que quieres estar siempre, despidiéndote hasta que os volváis a ver, (puede ser en una semana, en dos o en un mes), pero esa despedida es un dolor tan grande que no tengo ni palabras para poder describirlo.
Te despides de su gente, de su sitio, de su aroma, de sus tonterías, te despides de sus manías, de su forma en que te mira, de sus caricias y de sus “buenos días dormilona” apartándote el pelo para besarte en la frente.
Y sí, es difícil, no es un camino de rosas, pero si es la persona a la que quieres todo tiene un sentido.
Sé qué no todos lo verán como lo veo yo, pero que queréis que os diga, soy realmente feliz.
Claro que la nostalgia me acompaña por cada paso que doy, que en los días grises necesitaría estar con él, que cada mañana me encantaría despertar y verle a mi lado, y no tener ese vacío.
Pero tu y yo hacemos un todo, un todo que mueve cada pequeño movimiento en cada paso que damos, que los días malos se van de un soplido cuando estamos juntos, la manera en que me miraste aquel día, en como sigues mirándome, entre tus brazos me siento protegida, fuera de problemas. Sé, mi vida, que siempre esperas impaciente al día que nuestras miradas se vuelvan a encontrar.
Juntos decidimos emprender este camino, pesase a quien pesase y pasara lo que pasara, destruimos muros y fronteras, alcanzamos el equilibrio perfecto, la comprensión más admirada. Cada mañana al despertar, sé que estas ahí, lejos pero a la vez cerca. Construimos la base de nuestros sueños, que cada día están más cerca, valoramos los sentimientos, los pensamientos, recorremos kilómetros y kilómetros por ganar nuestro ansiado abrazo. Días grises que se animan con dos palabras claves, rabietas insospechadas apagadas por una deliciosa sonrisa.
Reconozco que a veces me puede la nostalgia, intento no pensar en lo lejos que estas. Te doy la luz de mis ojos, para que me puedas ver.
Quiero que comprendas que el tiempo contigo es oro para mi cuerpo, que tu mirada me congela y que tu roce me engancha. Con el corazón ardiente mi vida se sostiene en un placentero equilibrio, rodeando sin ninguna duda lo más preciado en mi camino. Sostienes la luz en mis ojos, adoro cuando recordamos esas noches infinitas que pasamos en nuestro primer verano, donde nos encontrábamos de cara a los sentimientos, donde cogimos con fuerza las riendas de nuestro futuro, un futuro compartido.
Cada día que despierto acompañada de la hermosa pero irritable melancolía vuelvo al pasado, me sitúo en esos primeros días compartidos contigo, aquellos días que me hicieron encontrar la ilusión que se me había perdido, volví a soñar, a tener esperanza, y a confiar, a confiar ciegamente.
Las ganas volvieron a mi lado cuando mi imaginación echaba a volar gracias a ese roce de manos.
a S, mi vida.
Dreily.
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