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La chica que leía en la bañera


Me di cuenta que la verdad no siempre lleva a buen puerto pero la consciencia se queda muy tranquila, pero eso es lo que F. no supo ver a tiempo.

Cuando vi su silueta a través de la mirilla, un tanto distorsionada, respiré dos veces antes de abrir la puerta.

Hace no mucho nuestras miradas se encontraron y decidimos que no era el momento para comenzar una conversación que siempre había estado pendiente.

No sé como llegamos a esa situación y la verdad que con el paso del tiempo mi interés fue disminuyendo… Pero estaba ahí, plantada frente a mi puerta, impaciente.

Cuando me decidí a abrir, levantó la cabeza y nos miramos fijamente, no tardó ni dos segundos en abrazarme.

Después de tanto tiempo sin ni siquiera intercambiar una palabra su abrazo fue el desencadenante de un millón de perdones.

Volvimos a estar en mi comedor con nuestras bebidas favoritas y nuestros cigarros consumiéndose, como si no hubiese pasado el tiempo.

Pero en mi cabeza seguía rondando la pregunta de porqué ahora…

-No tengo el derecho a venir como si nada, plantarme en tu casa y esperar que me escuches… Pero lo necesito

Asentí con la cabeza, dándole paso a continuar con la conversación, estaba expectante por lo que tenía que decirme.

– Me equivoqué, como me dijiste, cometí un enorme error, la venda de los ojos cada vez me la apretaba más y tu verdad me mató.

Sentí como se revolvía algo dentro de mí, hacía tanto tiempo…

Pero contemplé como sus ojos comenzaban a encharcarse, me miraba tímidamente, lamentándose…

Cuando quiso continuar hablando, su voz se entrecortó y dos grandes lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas.

– Siempre he sido consciente de todo, siempre veía una pequeña luz entre la oscuridad, intentaba salir continuamente pero ya me he rendido…

Extendí mi mano para agarrarla con fuerza, siempre supo que iba a estar esperándola, en cada momento, en cada lugar…

– Necesito volver a aprender a vivir, a contemplar la vida con entusiasmo, sin preocupaciones, volver a ser F.

Pasaron horas de conversaciones sin pausa, con carcajadas, recuerdos, sollozos y perdones…

Pero estaba de vuelta, era ella de nuevo, mi amiga.

Volví a tener el sentimiento más grande cuando recuperas a alguien que tanto has querido.

– Me he derrumbado tantas veces por ese malestar que me transmitía que estoy agotada, sin aliento, vuelvo con esperanza de encontrar lo bueno que perdí, curtida por el dolor y el sabor amargo de la soledad.

Era ella, F. no había perdido esa pequeña esencia de la chica que se leía los libros en la bañera, había jugado durante mucho tiempo a esconderla pero por fin, aunque llena de heridas, comenzó a sonreír.

Sonó el teléfono, su cara cambió.

a F. donde quieras que estés.

Dreily

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