Un café especial
-Solo cuando supe que ya no estaba, que ya no volvería, di una bocanada de aire y me deshinché.
C. estaba consumida por la nostalgía que era tan cobarde que se escondía tras su mirada.
Me invitó a uno de sus cafés tan especiales pero esta vez sabía diferente, le faltaba algo, algo que a C. también le había desaparecido.
Con el pelo tras las orejas y mirando constantemente por la ventana, ansiando que apareciera en cualquier momento, C. dejó caer sus lágrimas y un sollozo que enmudeció toda la habitación, que se hizo dueño de la situación… no era capaz de levantar la mirada, decidió sentarse en ese rincón en el que los recuerdos se acumulaban.
-Siento que dos manos me agarran con fuerza y no me dejan avanzar, siento que el corazón se me ha roto, ha decidido abandonarme.
Con flaqueza en su cuerpo pero fuerza en sus palabras mi aliento se congeló, no quedaba otra solución que esperar, esperar a que ese sentimiento se hiciese más débil y conseguir avanzar.
Fue una de las situaciones en las que las palabras no calman el dolor, en la que un abrazo sosiega el mal estar por tan solo unos segundos, en el que el sueño te consume pero el insomnio es más fuerte.
-No se ha despedido, no me he despedido, solo se ha ido, se ha dejado vencer.
Dreily
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